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DE ARQUITECTOS Y CABALLEROS ANDANTES: LOS MISMOS PROBLEMAS

Ejercer la profesión de arquitecto como autónomo, por otro nombre el ejercicio liberal de la arquitectura, o trabajar para un tercero, empresa o estudio,  como asalariado, es una duda que muchos hemos tenido a lo largo de nuestra carrera.  No se trata de una posibilidad de elección exclusiva de los arquitectos sino común a muchas profesiones, y que viene de muy atrás, desde el comienzo de la organización del trabajo.

 En lo que seguramente no habíamos caído es que en tal tesitura también se encuentran los caballeros andantes, como se muestra en este pasaje de El Quijote:

 - “Digo, pues, señor, que de algunos días a esta parte he considerado qué poco se gana y granjea de andar buscando estas aventuras que vuestra merced busca por estos desiertos y encrucijadas de caminos, donde, aunque se venzan y acaben las más peligrosas, no hay quien las vea ni sepa, y así se han de quedar en perpetuo silencio y en perjuicio de la intención de vuestra merced y de lo que ellas merecen. Y por esto me parece mejor que nos fuéramos a servir a algún emperador o a otro príncipe grande que tenga alguna guerra, en cuyo servicio vuestra merced muestre el valor de su persona, sus grandes fuerzas y mayor entendimiento: que visto esto por el señor a quien sirviéremos, por fuerza nos ha de remunerar a cada cual según sus méritos, y allí no faltará quien ponga en escrito las hazañas de vuestra merced para perpetua memoria……”

 -No dices mal, Sancho, pero antes que se llegue a ese término es menester andar a prueba por el mundo, buscando las aventuras, para que acabando algunas se cobre nombre y fama tal, que cuando el caballero se vaya  a la corte de algún gran monarca sea conocido ya por sus obras……. Así que de mano en mano irán pregonando sus hechos, y tras el alboroto de los muchachos y de la demás gente, el rey de aquel reino se asomará a las ventanas de su real palacio, y en cuanto vea al caballero, forzosamente ha de decir: ¡Ea, arriba!...”

  Quien esté ante la opción de  elegir un camino u otro o haya pasado por ella, seguro que se ha sentido reflejado en este pasaje. Lo duro del trabajo del autónomo: “que poco se gana…”. La falta de reconocimiento: “ y así se han de quedar en perpetuo silencio…”;  pero para evitar el desánimo llega el don Quijote que también llevamos dentro, y por si no lo hubiéramos traído de serie, en nuestras escuelas ya se preocuparon de inculcárnoslo: “… buscando las aventuras, para que… se cobre nombre y fama tal…” “.. sea conocido ya por sus obras…”

 Los que ejercemos el trabajo de manera independiente seguramente deberíamos reflexionar si no nos engañamos aceptando todo tipo de palos como los que les solían caer a los dos personajes de la novela a cambio de un futuro de éxito y reconocimiento que no llegará, muy probablemente, y si no sería mejor hacer planteamientos más efectivos como el del ejercicio asalariado, la unión de esfuerzos entre arquitectos o el simple rechazo a lo mal pagado.

 Lo que seguramente no llegó a imaginar Cervantes es a unos don Quijote y Sancho Panza empleados en la corte de un emperador, arquitecto estrella o estrellita, también recibiendo palos, mal pagados y sin reconocimiento y soñando con un futuro de éxito que tampoco nunca, o casi nunca, acabará de llegar. Contra esto también hay que rebelarse, tanto sea por el  sentido de la dignidad de don Quijote o por la mera practicidad de Sancho.

Capítulo 21 de El Quijote. Versión puesta en castellano actual por Andrés Trapiello

 Ilustración, Johana Kowalewski

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